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El ombligo del mundo «Véritas ódium parit»

Generación Zentennial: El desafío de la tecnología y la educación
 

Artículo escrito por ARIEL, uno de los personajes principales de «De los Eones», vol. 2 de la trilogía «El ascenso de los Eones».

 

ARIEL (Fernando Darío González Grueso)

Tamshui, 28 de octubre de 2023

El otro día alguien me dijo que en una gran corporación taiwanesa y en una sola semana habían dimitido de su puesto cinco personas, tres de ellas expatriados enviados a países de Hispanoamérica. Muchos quizá puedan suponer, erróneamente, que se debe a que estos empleados en suelo americano no se podían adaptar a las condiciones de vida y a la cultura del lugar en el que estaban. Por supuesto que no. O quizá se debiera a las condiciones laborales. Nada más lejos de la realidad, porque recordemos, son expatriados, no emigrantes, van con todo puesto y altos sueldos. ¿Acaso se trataba del peligro mortal al que estaban subyugados en esas terribles tierras dejadas de la mano de Dios? No. De hecho, ahora es más probable morir violentamente en EE.UU. que en México. ¿Era por miedo? Es por todos conocida la escasa criminalidad en las calles de Taiwán, segunda o tercera en muchos índices de seguridad solo por detrás de regímenes dictatoriales. Tampoco, porque repito, eran expatriados, y residían y trabajaban en zonas seguras y de confort. La razón que estas pobres almas aducen es la incapacidad de llevar a cabo sus labores. Quod me nutrit, me destruit.


Taiwán es un país que presume de una economía boyante incluso en períodos de crisis, y mucho de ello se debe a las interminables jornadas laborales (más o menos productivas, todo hay que decirlo), pero que obligan a permanecer en los puestos de trabajo muchas más horas de las establecidas por la ley, ya sean horas pagadas u horas regaladas a la empresa, sine pecunia.

La respuesta se encuentra en el cambio generacional. Tras la generación X vino la Y, esa que tan convenientemente han eliminado muchos sociólogos de sus manuales por ser un incordio.

Entonces, ¿qué ha sucedido con estos cinco ejemplos de decenas de miles que están ocurriendo? La respuesta se encuentra en el cambio generacional. Tras la generación X vino la Y, esa que tan convenientemente han eliminado muchos sociólogos de sus manuales por ser un incordio y que tan brillantemente describiera Chuck Palahniuk en su obra capital. Luego vinieron los Millenial, a los que llamaron en primera instancia nativos digitales (aunque luego les sustrajeran el apodo). Y los últimos en incorporarse al mundo adulto son los Zentennial. Esta generación ha sido llamada generación de cristal, generación zombi, generación idiota y, últimamente, generación de incompetentes digitales. ¡Qué bonito! Se dice que son egoístas, egocéntricos, inútiles, ofendiditos, vagos, y que carecen de autoestima, iniciativa, capacidad de sacrificio y demás. Nemo inauditus condemnetur. Sin afirmar ni negar nada de ello, yo me pregunto: ¿quién tiene la culpa de esto?



Las sectas atraen a las personas en momentos de vulnerabilidad psicológica, y lo hacen muy bien; son profesionales. Pero algo les está quitando el empleo: la tecnología digital. Tímeo hóminem uníus libri. Ya no es necesaria una serie de encuentros, conversaciones manipuladoras, mentiras, ni inversiones de capital para lograr los mismos objetivos. Tan solo es necesario utilizar determinada tecnología para la que no ha sido preparada una persona, y esta caerá en la trampa de la alienación sin remedio. Se les ha entregado una tecnología que no comprenden y que no saben controlar, como reza toda buena definición del ciberpunk. Y para más inri, los alienados son los que utilizan los recursos económicos de sus ascendientes y suyos, motu proprio, para continuar con esa terapia de idiotización. Pero, ¿quién ha puesto al alcance de niños esa tecnología? ¡Qué bonito es mirarse el ombligo sin exudar culpa alguna!

Se les ha entregado una tecnología que no comprenden y que no saben controlar, como reza toda buena definición del ciberpunk.

La democracia ateniense no existe, ni siquiera su versión contemporánea reflejada en sistemas representativos. Vivimos en una caquistocracia, gobiernos formados por los más ineptos de entre un grupo social, y que ha derivado de la oclocracia, o gobierno de la muchedumbre, normalmente irracional. ¡Qué sabios eran los antiguos griegos! ¡Tenían nombres para todo! Todo esto está planeado, se pergeñó durante el gobierno de Ronald Reegan, y los otros países libres del mundo lo copiaron a rajatabla. Y vaya si les ha funcionado. Acta publica probanti se ipsa. Con su manipulación de los medios y la educación, han conseguido crear una masa de progenitores que han adoctrinado y ayudado a lavar el cerebro de sus propios hijos. Gloria victis!


Taiwán, como Japón, está pasando por un declive en su población natural debido a la insignificante tasa de natalidad, y es que los jóvenes en edad reproductiva ven cómo se empobrecen poco a poco, y no quieren traer al mundo a criaturitas para las que no están preparados. Es lógico. Somos cada año más pobres en los países desarrollados, y ellos lo saben. Además, el proteccionismo, el paternalismo y la falsa máscara de seguridad con los que han criado a las dos últimas generaciones han provocado que muchos jóvenes carezcan de confianza e independencia. Si esto sucede en Occidente, no digamos ya en el Extremo Oriente, donde la cultura confuciana no les permite madurar hasta pasada la mitad de la veintena. A principios del siglo XX, un quinceañero era un adulto hecho y derecho, capaz de tener una familia y abrirse un camino en el mundo. En el XXI, al alcanzar los veintitrés, pasan a la fase de la adolescencia. ¿Y a quién debemos culpar? Habet senectus pabulum studii.


Menos mal que aún existe esperanza y hay lugares donde recapacitan y prohíben el uso de la tecnología en las aulas. Sublata causa, tollitur effectus. Pongamos que hablo de Suecia. Es una lástima que esta última referencia a una canción y el uso del latín no los puedan comprender muchos Millennial ni Zentennial, pues les hemos enseñado que lo antiguo y lo viejo están desfasados, y que solo importa lo último, lo que está de moda en el momento: es la cultura, no ya del ahora, sino del instante.


Hic et nunc la salvación de estos muchachos queda en manos de los padres y la madres, porque los políticos y los medios de comunicación seguirán haciendo de las suyas para mantener su chiringuito.


Lege, quaeso.

 

Fernando Darío González Grueso, doctor en Literatura Comparada y Teoría de la Literatura por la Universidad Autónoma de Madrid, y actualmente profesor en la Universidad de Tamkang en Taiwán, fusiona su erudición académica con la pasión por la narrativa en sus obras. Entre ellas se encuentran Catálogo y Estudio de Leyendas Urbanas en Taiwán, De la Estirpe y Mientras Tanto en Taiwán, obras que reflejan su compromiso con la exploración cultural y literaria.

 

Sigue al autor en su blog personal.

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